miércoles, 24 de diciembre de 2008

REFLEXION EN NOCHE DE NAVIDAD

CRISTO EN LOS DESPOSEÍDOS
Mensaje de Navidad
24 de diciembre de 1970

† RAÚL CARDENAL SILVA HENRÍQUEZ
ARZOBISPO DE SANTIAGO


Un niño, envuelto en pañales y recostado en un pesebre, ilumina esta noche a la Humanidad.

Por este niño empezaron los hombres a mirarse como hermanos.

Este niño es el Rey y Salvador prometido a los pobres. La alegría del pueblo, la paz en la Tierra, nacen con este niño.

Nunca nadie fue tan esperado como El. Y a nadie necesita hoy el mundo tanto como a El.

Si hoy luchamos por los derechos de los pobres es porque El, siendo rico, se hizo pobre. Si el clamor de justicia se hace inacallable, es porque El se ha encarnado en todos los desposeídos de este mundo.
Toda la esperanza que mantiene en marcha a la Humanidad, se funda en que El vino y volverá.

Todo el amor que los hombres se entregan responde a la ternura y pureza del amor de ese Dios hecho niño.

En este Niño tomó Dios la carne de los hombres, para que ninguna obra, ningún afecto de los hombres se perdiera en la nada. La fe en este Niño, Dios humanado, es la victoria que vence al dolor y a la muerte.

Su nacimiento es una invitación a nacer. Esta noche ha de nacer, en nosotros, un Hombre Nuevo.

Para nosotros resuena, esta noche, la gozosa noticia de la Noche de Belén: "No tengan miedo, porque vengo a anunciarles una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy día les ha nacido un Salvador".

No tengan miedo: no viene a condenar, sino a salvar. No tengan miedo: no viene para unos pocos privilegiados, perfectos o muy letrados. Viene para todo el pueblo.


Viene para todos los que necesitan ser salvados. Para los que quieren oír, ver, caminar. Para los que se sienten manchados. Para los que se reconocen enfermos, débiles, pobres, marginados. Para los que sufren hambre y sed de justicia. Para los que lloran ausencias, distancias, soledades. Para los que no saben, y quisieran saber. Para los que no esperan, y quisieran confiar. Para los que no aman, y quisieran amar.

En este Niño retira Dios el velo que enluta a los hombres, y hace desaparecer la Muerte para siempre y enjuga las lágrimas de todos los rostros.

Esta noche nos ha nacido un Salvador. Esta noche hemos de nacer de nuevo. Niños, ancianos, adultos, adolescentes, creyentes y descreídos, justos y pecadores: todos necesitamos ser salvados. Todos tenemos derecho a comenzar de nuevo. Por eso, la señal para ubicar al Salvador es reconocible por todos. Inspira confianza, deseos de acercarse. No atemoriza, no ofende a nadie. "Esto les
servirá de señal: envuelto en pañales y acostado en un pesebre, encontrarán un niño".

Ningún despliegue de fuerza, ningún alarde de espectacularidad. El Salvador no trae armas, dinero, imponente séquito. No pretende seducir por el lujo, dominar por presencia. Ni siquiera reviste la forma de un adulto, orador brillante, conductor de masas, imagen de fortaleza. Es simplemente un niño, frágil y dependiente como todos los niños.

Si esta noche celebramos al Salvador que nos ha nacido, seamos
consecuentes: imitémoslo.

Los violentos no son niños

Sólo los que son niños, como él, tienen acceso al Reino de Dios, que es justicia, paz y alegría de amar.

Nacer de nuevo, ser niños, significa para nosotros actitudes, mutaciones concretas. No es jugar con las palabras ni apelar a sentimientos fáciles.

Los violentos no son niños. Los que ambicionan imponerse y dominar, presionar las conciencias y oprimir, no son niños. Los carentes de humildad para aprender y recibir, los que no quieren oír, ni compartir, los que no toleran la discrepancia o la contradicción, no son niños.

Los que no son niños siembran desconfianza, fomentan recelos, introducen distancias. Hacen a los hombres sentirse extraños y enemigos. Alejan en lugar de acercar. Ofenden y hieren; pueden fríamente matar para coronar su intransigencia, en lugar de abrirse al diálogo y reconocer, en el otro, a un hermano.

Los violentos no son niños. Los que injustamente retienen lo que no les pertenece, los que arbitrariamente despojan a su hermano de su tierra o su casa, de su justo salario, su trabajo, su honra o su fama, niegan con sus hechos lo que, tal vez, celebran esta noche: el nacimiento de un Hombre Nuevo, de un Salvador que aparece como niño, muda y elocuente protesta contra todas las formas de violencia.
Seamos consecuentes. No juguemos con las palabras ni con sentimientos fáciles. Celebrar esta noche al Cristo Salvador que nos ha nacido implica vencer en nosotros esa violencia que él derrotó haciéndose niño.

Esa violencia nunca ha salvado a los hombres. Generó tensión y miedo, suscitó el odio, derramó la sangre; impuso una idea en lugar de otra, unos dominadores en lugar de los otros; destruyó adversarios, ganó batallas de un día. Pero eso no salva a los hombres. Los empantana más en sus rencores y desesperanzas.

Esta noche ha de nacer, en nosotros, un Hombre Nuevo. Un Salvador que, siendo niño, nos invita a ser niños. Capaces de sonreír, de confiar, de recibir y así acercar, dar confianza, acoger a los que están distantes. Si esta noche hemos cambiado saludos de paz, hagamos nosotros esa paz que deseamos: convirtamos nuestras espadas de guerra en azadones, que preparan una tierra nueva.

Si esta noche hemos obsequiado y recibido regalos, que ellos sean símbolo de nuestras personas, estremecidos por una corriente de generoso amor. Y si hemos compartido la mesa con los que son nuestra sangre, dispongámonos a ser comensales, abiertos y afectuosos, de esa gran familia que es Chile.

Aceptemos, esta noche, la invitación de Dios por boca del Profeta: ¡Pueblo mío: en marcha!
¡Caminemos a la luz del Señor!
Santiago, 24 de Diciembre de 1970.

† RAÚL CARDENAL SILVA HENRÍQUEZ
ARZOBISPO DE SANTIAGO

1 comentario:

Anónimo dijo...

AMIGOS:

Navidad, Tiempos de Adviento y Recogimiento.

Que estos tiempos de Paz hayan involucrado al hogar, la familia, los amigos, el trabajo.
Vivimos tiempos difíciles en Oriente y en Africa, también en este Continente Americano, donde la amenaza de guerras y hambrunas son el peor azote de la humanidad.
Lo más malo, que la pobreza del espíritu está invadiendo al hombre y nosotros debemos impedir que esa pandemia llegue a nuestras almas.
Contra eso, sigamos luchando y queriendo a los que nos rodean, demostremoselos, digamaselos.

Año Nuevo, Tiempos de Esperanzas.

Pediré a Dios y a las Mil Estrellas que pueblan el Universo, dos cosas:
La primera) Que les muestren el camino para ser Felíz; y La segunda) Que tengan salud para disfrutarlo.

Felicidades, amor en todos sus entornos es lo que pido para Uds.


MIGUE ANGEL